lunes, 29 de septiembre de 2014

Algunos consejos para familiares


La depresión y sus causas ha sido uno de los temas que más interés han despertado para los profesionales de la salud, ya que es el trastorno emocional más extendido y probablemente uno de los que puede causar más daño al que lo padece y a los que están a su alrededor. La respuesta de amigos y familiares ante la depresión de un ser querido, es un tema que merece especial atención. Las personas que conviven con una persona que padece depresión también sufren. Generalmente no entienden el por qué de la situación ni saben cómo actuar. Incluso es común intentar "que se anime", proponiendo al enfermo hacer algunas actividades que a éste no le apetecen lo más mínimo. Para el enfermo es muy difícil explicar cómo se siente y el familiar se puede encontrar perdido. Al principio, y si la depresión tiene un origen externo claro (es decir, deriva de una experiencia personal determinada a raíz de la cual la persona ha desarrollado el cuadro), los familiares responden con ternura, atención y dedicación. Pero si después de unos meses la depresión no mejora, es posible que la familia vaya acumulando preocupación, estrés e incluso crispación y enfado con el enfermo. Pueden pensar que éste no está haciendo lo suficiente, que no se esfuerza. Más tarde pueden tener sentimientos encontrados; a veces, sienten compasión y afecto; otras, se sienten utilizados y piensan que el deprimido es un egoísta. También es común  tener sentimientos de culpabilidad por no tener paciencia, crece el miedo por no saber si se saldrá de la situación, etc.
   En ocasiones, la comunicación se hace muy difícil, porque cuando el enfermo se anima a contar cómo se siente, los que están a su alrededor le discuten, le interrumpen, le dicen que lo que piensa es una tontería... todas estas conductas que intentamos para "animar y ayudar" a los que queremos, no hacen sino perpetuar el problema. Debemos entender que le estamos cohartando su voluntad de hablar y le estamos censurando su manera de sentir. Por tanto, es normal que el enfermo piense que nadie el entiende, y peor aún, que ni siquiera le escuchan. Aprendamos a ser respetuosos y a aceptar que si una persona se encuentra mal, se encuentra mal. Démosle la oportunidad de que se exprese. El primer paso es que él mismo lo reconozca, y como personas que le queremos, que lo reconozcamos también nosotros. No le censuremos ni juzguemos. Escuchemos con cariño y después ya hablaremos de los remedios y la ayuda.


 Algunos consejos que podemos poner en práctica:

  •  Entender qué es la depresión, sus síntomas y causas. Es fundamental entender que la apatía, la inactividad y la tristeza que siente la persona deprimida, le impide salir por su propia voluntad de ese estado. Cuanto más entendamos y conozcamos las caras de la depresión, mayor será nuestra comprensión y aceptación del problema de la persona que queremos. De esta manera, iremos reduciendo nuestro enfado con ella. 
  • No preguntarle continuamente cómo se encuentra y por qué está triste. A veces no existe una razón lógica que el enfermo pueda exponer y preguntarle sólo le pone nervioso. Es más positivo mostrarse normal y hablar de otros temas. Incluso, es especialmente aconsejable no prestarle demasiada atención cuando muestre algún comportamiento depresivo como llorar, autolamentarse o quejarse. Si por ejemplo llora, podemos estar junto a él y abrazarle, pero en silencio y lo más tranquilos posible. Cuando exprese una queja sobre sí mismo, no intentar cambiar su opinión y discutirle, sino esperar a que se le pase y al cabo de un rato, cambiar de tema (a ser posible un tema agradable o neutro).
  • Felicitarle por sus pequeños logros: cada paso que nuestro familiar haga, como dar un pequeño paseo, colaborar en una tarea doméstica, reírse o participar en una conversación, debemos hacerle ver que lo valoramos y que entendemos el esfuerzo que le supone. 
  • Proponerle actividades placenteras y fáciles de llevar a cabo. Es importante que las actividades que le propongas sean adecuadas al nivel de actividad que en ese momento sea capaz. Si son muy difíciles le supondrán excesivo esfuerzo o frustración. Puede ser algo que antes le hacía disfrutar, y cuando le acompañes, muéstrate relajado y natural, no le agobies con preguntas sobre cómo se encuentra o cómo se lo está pasando. Un buen momento para hacer algo es cuando detectemos que comienza una bajada del estado de ánimo; le ayudaremos a distraerse y tomar un pequeño respiro.
  • Apoyar al médico y/o psicólogo en el cumplimiento de la terapia. Este es un aspecto muy importante, ya que algunos enfermos se muestran muy reacios a seguir un tratamiento, porque creen que no sirve para nada, porque les cuesta mucho acudir a la cita... Anímale a que cumpla con sus prescripciones médicas, tanto de acudir al especialista como de tomarse la medicación si el médico lo ha indicado. El psicólogo también nos informará de la evolución del enfermo y dará indicaciones a la familia que deberemos seguir para estar en consonancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario