lunes, 29 de septiembre de 2014

¿Qué es la depresión?

La tristeza es una reacción normal ante determinadas situaciones de la vida. Es una emoción más, como la alegría, el miedo o la ira. Tras un evento estresante y difícil como la pérdida de alguien a quien queremos, un trabajo, una enfermedad, un problema al que no vemos solución..., sentimos deseos de llorar, apatía, abatimiento, alteraciones del sueño, etc., que se corresponden con el momento que estamos viviendo. Sin embargo, cuando ese estado se prolonga mucho en el tiempo y nos impide hacer una vida normal, podemos estar hablando de una depresión y necesitar ponernos en tratamiento psicológico y/o psiquiátrico. Igualmente, si el estado depresivo no responde aparentemente a ningún motivo o el paciente no se explica de dónde viene su desánimo, es probable que necesite ayuda para averiguar las causas y empezar un camino hacia la recuperación. Muchas personas pasan por experiencias muy difíciles y consiguen salir de ellas con ayuda de sus familiares y amigos, y porque tienen suficientes herramientas para hacer frente a sus problemas. Sin embargo, esto no suele suceder en la depresión.


El síntoma más visible de la depresión es el estado general de tristeza, la pérdida de interés por la vida y por las cosas que antes nos llenaban. Incluso el estado de desilusión y desinterés por todo conlleva muchas veces un sentimiento intenso de culpabilidad que se suma a su estado ya de por sí doloroso. Es frecuente escuchar en consulta a un paciente que dice "es que no sé qué me pasa, no debería sentirme así, tengo una familia estupenda, un trabajo fenomenal, gente que me quiere... sin embargo no sé por qué me siento así". Ese "me siento así" y la mirada de una persona deprimida, nos transmiten una pérdida de la capacidad de disfrutar de todas esas cosas. Y para más inri, la persona se dice lo peor que se puede decir para alimentar su depresión: "no debería sentirme así". La depresión es un trastorno emocional que produce en nosotros cambios importantes en nuestra forma de sentir, de pensar y de comportarnos. A nivel corporal, podemos sentir un cansancio excesivo, trastornos de sueño, pérdida de apetito, disminución del deseo sexual, entre muchos otros. Nuestra forma de pensar también se ve intensamente afectada; sólo podemos ver lo malo de las cosas, interpretamos la realidad de manera sesgada y negativa y nos culpamos por muchas cosas que hicimos o no hicimos, lo cual a su vez, daña profundamente nuestra autoestima. Nuestro estado de ánimo hace que vayamos perdiendo las ganas de hacer cosas, de ver gente, de salir. Arreglarnos y ocuparnos de las necesidades de aseo básicas se nos hace un mundo, incluso levantarnos por la mañana nos puede parecer un grandísimo esfuerzo. Ese círculo de pasividad y baja energía puede llegar a extremos en los que la persona no se sienta capaz ni de ir a trabajar.


Algunos consejos para familiares


La depresión y sus causas ha sido uno de los temas que más interés han despertado para los profesionales de la salud, ya que es el trastorno emocional más extendido y probablemente uno de los que puede causar más daño al que lo padece y a los que están a su alrededor. La respuesta de amigos y familiares ante la depresión de un ser querido, es un tema que merece especial atención. Las personas que conviven con una persona que padece depresión también sufren. Generalmente no entienden el por qué de la situación ni saben cómo actuar. Incluso es común intentar "que se anime", proponiendo al enfermo hacer algunas actividades que a éste no le apetecen lo más mínimo. Para el enfermo es muy difícil explicar cómo se siente y el familiar se puede encontrar perdido. Al principio, y si la depresión tiene un origen externo claro (es decir, deriva de una experiencia personal determinada a raíz de la cual la persona ha desarrollado el cuadro), los familiares responden con ternura, atención y dedicación. Pero si después de unos meses la depresión no mejora, es posible que la familia vaya acumulando preocupación, estrés e incluso crispación y enfado con el enfermo. Pueden pensar que éste no está haciendo lo suficiente, que no se esfuerza. Más tarde pueden tener sentimientos encontrados; a veces, sienten compasión y afecto; otras, se sienten utilizados y piensan que el deprimido es un egoísta. También es común  tener sentimientos de culpabilidad por no tener paciencia, crece el miedo por no saber si se saldrá de la situación, etc.
   En ocasiones, la comunicación se hace muy difícil, porque cuando el enfermo se anima a contar cómo se siente, los que están a su alrededor le discuten, le interrumpen, le dicen que lo que piensa es una tontería... todas estas conductas que intentamos para "animar y ayudar" a los que queremos, no hacen sino perpetuar el problema. Debemos entender que le estamos cohartando su voluntad de hablar y le estamos censurando su manera de sentir. Por tanto, es normal que el enfermo piense que nadie el entiende, y peor aún, que ni siquiera le escuchan. Aprendamos a ser respetuosos y a aceptar que si una persona se encuentra mal, se encuentra mal. Démosle la oportunidad de que se exprese. El primer paso es que él mismo lo reconozca, y como personas que le queremos, que lo reconozcamos también nosotros. No le censuremos ni juzguemos. Escuchemos con cariño y después ya hablaremos de los remedios y la ayuda.


 Algunos consejos que podemos poner en práctica:

  •  Entender qué es la depresión, sus síntomas y causas. Es fundamental entender que la apatía, la inactividad y la tristeza que siente la persona deprimida, le impide salir por su propia voluntad de ese estado. Cuanto más entendamos y conozcamos las caras de la depresión, mayor será nuestra comprensión y aceptación del problema de la persona que queremos. De esta manera, iremos reduciendo nuestro enfado con ella. 
  • No preguntarle continuamente cómo se encuentra y por qué está triste. A veces no existe una razón lógica que el enfermo pueda exponer y preguntarle sólo le pone nervioso. Es más positivo mostrarse normal y hablar de otros temas. Incluso, es especialmente aconsejable no prestarle demasiada atención cuando muestre algún comportamiento depresivo como llorar, autolamentarse o quejarse. Si por ejemplo llora, podemos estar junto a él y abrazarle, pero en silencio y lo más tranquilos posible. Cuando exprese una queja sobre sí mismo, no intentar cambiar su opinión y discutirle, sino esperar a que se le pase y al cabo de un rato, cambiar de tema (a ser posible un tema agradable o neutro).
  • Felicitarle por sus pequeños logros: cada paso que nuestro familiar haga, como dar un pequeño paseo, colaborar en una tarea doméstica, reírse o participar en una conversación, debemos hacerle ver que lo valoramos y que entendemos el esfuerzo que le supone. 
  • Proponerle actividades placenteras y fáciles de llevar a cabo. Es importante que las actividades que le propongas sean adecuadas al nivel de actividad que en ese momento sea capaz. Si son muy difíciles le supondrán excesivo esfuerzo o frustración. Puede ser algo que antes le hacía disfrutar, y cuando le acompañes, muéstrate relajado y natural, no le agobies con preguntas sobre cómo se encuentra o cómo se lo está pasando. Un buen momento para hacer algo es cuando detectemos que comienza una bajada del estado de ánimo; le ayudaremos a distraerse y tomar un pequeño respiro.
  • Apoyar al médico y/o psicólogo en el cumplimiento de la terapia. Este es un aspecto muy importante, ya que algunos enfermos se muestran muy reacios a seguir un tratamiento, porque creen que no sirve para nada, porque les cuesta mucho acudir a la cita... Anímale a que cumpla con sus prescripciones médicas, tanto de acudir al especialista como de tomarse la medicación si el médico lo ha indicado. El psicólogo también nos informará de la evolución del enfermo y dará indicaciones a la familia que deberemos seguir para estar en consonancia.

domingo, 7 de septiembre de 2014

DIEZ REGLAS PARA AFRONTAR EL PÁNICO




Las diez reglas para afrontar el pánico deMathews et al.1981, son las siguientes: 
  • Recuerda que las sensaciones no son más que una exageración de las reacciones corporales normales al estrés.
  •  No son , en absoluto, perjudiciales ni peligrosas; solamente desagradables. No sucederá nada peor.
  •  Deja de aumentar el pánico con pensamientos atemorizantes sobre lo que está sucediendo y a dónde podría conducir.
  •  Observa lo que está sucediendo en tu cuerpo realmente ahora, no lo que temes que pudiera pasar.
  •  Espera y deja tiempo al miedo para que pase. No luches en contra, ni huyas de él. Simplemente acéptalo.
  • Observa que cuando dejas de aumentarlo al añadir pensamientos atemorizantes, el miedo comienza a desaparecer por si mismo.
  • Recuerda que el objetivo fundamental de la práctica es cómo afrontar el miedo sin evitarlo. Por tanto, ésta es una oportunidad de progresar.
  • Piensa en el avance que has conseguido hasta ahora, a pesar de todas las dificultades. Piensa en lo satisfecho que estará cuando lo consiga esta vez.
  • Cuando comience a sentirse mejor, mire a su alrededor y empiece a planear qué va a hacer a continuación.
  • Cuando estés preparado para continuar, comienza de forma tranquila y relajada. No hay necesidad de esfuerzo, ni prisas.